domingo, 9 de agosto de 2015

Mi tierra prometida

Extrañar, anhelar, desear. La eterna búsqueda de aquello que se ha tenido y ya no está. 

Esa búsqueda del paraíso perdido, esa búsqueda de la piedra filosofal, esa búsqueda de la eterna fuente de la juventud. Ese lugar donde el tiempo se detiene, no porque no suceda nada; sino porque ya no importa que paso hace un tiempo atrás, ni que pasara mañana. Es el ahora lo que trae plenitud. 

Pero donde esta?  En que lugar se encuentra ese lugar mágico donde el olvido se apodera de nuestra angustia? Donde nos dejamos llevar por el instante para sentir que somos sólo hojas en poder del viento? Donde simplemente estamos y dejamos de ser?

¿Tal vez está en el beso del amante, ese que nos toma como si fuera de vida o muerte tenernos entre sus brazos?  ¿quizá en el pecho de la madre que sabe que ella y su hijo son un solo ser en ese instante? ¿tal vez en la carcajada con los amigos, esos amigos que entienden nuestra locura y celebran con nosotros la irreverencia ante las normas? ¿Podrá estar en la soledad de tu cuarto cuando estas harto de todo y de  todos, escuchas tu canción preferida, acaricias a tu gato, ves una película, hablas con Dios, gritas o lloras terminando por entender que sólo tienes una opción y es seguir caminando porque no puedes huir de ti mismo y tarde o temprano tendrás que reconciliarte contigo y con el mundo? 

Probablemente está en todos estos momentos conocidos,  en ningún lado y en todas partes.  Esta dentro de ti, en tu conexión con el otro, ese otro que puedes ser tu mismo. Esta en la presencia consciente de unos seres presentes en cada relación, en cada vínculo empezando por el vínculo contigo, pasando por el vínculo con tu ser superior para así poder compartirte sin culpas ni remordimientos, en la libertad de saber que no hay castigo ni es necesaria la recompensa, porque el regalo más grande esta en amar el instante presente y a los que están tal como son. 

Entonces que se extraña, que se anhela, que se desea? Tal vez simplemente restablecer el vínculo con nosotros vivenciando la unión con los otros a través de nuestro ser superior. Ese vínculo con nuestro yo espiritual que se quebró en una parte del camino y que nos es necesario para encontrar el amor real y nuestra tierra prometida que simplemente es aquí y ahora, contigo y conmigo. 

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